viernes, 21 de noviembre de 2008

No tan distintos

Es conocido el hecho de que cuando le toca a uno mismo experimentar algo desagradable, se siente totalmente diferente a cuando lo experimenta otro, aunque el hecho en sí sea casi el mismo. Sin embargo, me parece necesario precisar que no es lo mismo ponerse en el lugar del otro cuando hablamos de una catástrofe, una muerte, una grave enfermedad que cuando nos referimos a situaciones menos fatales como ser un despido laboral, los incidentes en la toma de una facultad, un robo. La cercanía y la dimensión del incidente hacen que la experiencia se convierta es mucho más intensa y relevante en nuestras vidas.
Ahora bien, mencioné el robo. Creo que estaríamos todos de acuerdo en afirmar que un plagio es un robo y como tal, cuesta menos condenarlo cuando nos afecta directamente y ser mas permisivos cuando es otro quien pasa por dicha situación, pero…¿cómo estar seguros de que lo que nosotros dijimos o hicimos y otro “tomó prestado sin consultarnos” es realmente nuestro?.
Cualquier diccionario definiría el plagio como una apropiación ilegítima, como una violación a los derechos de autor. Pero cómo comprobamos que aquel que escribió esa misma frase o realizó esos mismos movimientos de muñeca, pincel en mano, se copió de otra obra anterior semejante y no tuvo, en cambio, un rapto de inspiración en el mismo sentido que aquel otro y terminó produciendo algo que aparentemente es similar.
Nuestra personalidad, los actos que realizamos están condicionados por la interacción con otros, por la historia; entonces, qué tan loco es pensar que, compartiendo el mismo mundo, el mismo país o la misma ciudad muchas veces, no podamos coincidir con alguien más. Después de todo, somos miles de millones de personitas compartiendo sólo una Tierra. En todo caso, se vuelve evidente cuándo nos distinguimos de los demás pero, cuando es el parecido el que se destaca, pareciera que asistimos a una forzosa y burda imitación premeditada, un error sociocultural, un plagio.En realidad, según mi punto de vista, es muy difícil no plagiar algo. Cuando hablamos usamos palabras que muchos otros usaron, quizás hasta articuladas de la misma manera, cuando nos dicen “hablas igual que tu mamá”, “tenés los mismos gestos que tu papá”, o “sos tan aplicada como tu hermana”, ustedes no contestarían cosas como “sí, me pasé los nueve meses en el útero memorizando las muletillas de cada integrante de mi familia para que me salieran perfectas”. Si a Messi se lo compara con Maradona nadie va a hablar de plagio de talento al manejar la pelota de fútbol. Si un psicólogo usa las técnicas de psicoanálisis y no le dice a su paciente que en realidad eso lo “robó” de Freud, nadie lo juzgaría por ilegal. Entonces, por qué sí hablamos de plagio de ideas, de palabras, de pinceladas. En definitiva, qué tanto tiempo tendríamos que pasarnos averiguando si alguien, en algún punto del planeta, rastreando desde hace millones de años, pintó algo parecido a la cerca de mi jardín antes de embarcarme yo en esa tarea. Está de más decir que ese cuadro jamás llegaría a realizarse porque envejeceríamos y moriríamos antes de terminar de indagar. Y el arte jamás existiría.

1 comentario:

unpocomenosinfeliz dijo...

jajaja.
te creo que no fue plagio lo tuyo, creeme que lo mio tampoco lo fue.
muy bueno, encaramos por lados parecidos, o "no tan distintos".

nos vemos en la corte.

beso