lunes, 23 de junio de 2008

Notas de "Tesis sobre el cuento", de Ricardo Piglia

Ricardo Piglia, en su “Tesis sobre el cuento”, sostiene que existen dos caras de un cuento: una visible, evidente, detectable (historia 1) y otra secreta, cifrada (historia 2). Ambas son narradas de manera distinta pero, al cruzarse, es cuando la trama cobra fuerza. Se manifiesta en la superficie del relato la historia que había estado oculta, provocando un efecto sorpresa en el lector y constituyendo así la clave de la forma del cuento. Los problemas técnicos que este último plantea surgen de narrar una historia mientras se está narrando la otra. La forma en que ambas se entrelacen dependerá de cada autor.
En “En el mar. Cuento de marineros” de Chejov, hay una tensión entre las dos historias que no se termina de resolver. Se narra la experiencia de dos marineros (padre e hijo) que resultan beneficiados con la posibilidad de observar, a través de pequeños orificios en la pared, la situación que se desenvuelve en el camarote de luna de miel del barco en donde se hallan.
En este caso, al lector le toca la tarea de descifrar la segunda historia, la que no se muestra, ya que si bien se dan ciertas pistas contenidas en la historia primera que pueden conducir a una conclusión (una transacción entre un banquero y el novio que se efectúa luego de que el último convence a su novia de quedarse sola en el cuarto con el primero, a cambio de una determinada suma de dinero), ésta se basa en puras suposiciones.
En el caso de “La forma de la espada” de Borges, el narrador asume un rol expectante similar al del lector frente a la historia que uno de los personajes refiere. Se trata de una vivencia pasada que se vincula con una cicatriz en la cara de este último y de una experiencia que comienza por posicionarlo como víctima para terminar confesándose como victimario.
Así, la segunda historia emerge de forma explícita con la confesión de este personaje, que utiliza el recurso del engaño durante casi todo el relato para asegurarse la atención del oyente, que vendría a traducirse también en la del lector.
Por último, en “¿Por qué no bailan?” de Carver, se detallan las actitudes del dueño de una casa que traslada todos los muebles y artefactos desde el interior de la vivienda hacia el jardín delantero. La historia no explicita las causas de tal decisión, sin embargo contamos con la mención que se hace de una mujer, un “ella” que bien podría ser blanco de infinitas lucubraciones por parte del lector. El protagonismo en el cuento muta y pasa a focalizarse en una pareja de jóvenes que, curiosos, se acercan a comprar algunas de las cosas expuestas. El hombre termina por invitarlos a compartir un whisky, poniendo música e incitándolos a bailar. En el desenlace, la chica baila también con el dueño de la casa y los jóvenes se retiran con varios obsequios que éste les hizo. Acto seguido, se manifiesta en el cuento la situación de la chica contando una y otra vez su experiencia a todo aquel que quisiera oírla.
En este caso, ambas historias están poco diferenciadas, ya que no está muy claro qué es lo que puede darse por supuesto y qué es lo que debe inferirse. Sin embargo, no es esto lo más importante, sino que el lector está frente a un remolino de sucesos sin demasiada lógica o conexión racional y debe encargarse de imprimirle un orden subjetivo y un sentido a los hechos. Esto en el caso de que uno piense que es necesario y posible controlar lo que nos sucede en la vida y que es inteligente jerarquizarlo sólo para jactarnos de tener un par de “sapiens” enalteciendo a nuestro característico género “homo”.

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