lunes, 2 de junio de 2008

Notas de "El héroe de las mil caras", de Joseph Campbell

Joseph Campbell, en “El héroe de las mil caras”, hace un análisis psicológico del mito. En su texto vincula a este último con el sueño ya que manifiesta que ambos son productos espontáneos de la psique, cuya fuente encuentra su fuerza en su propio interior. Sin embargo, también establece una diferencia: en el sueño (mito personalizado), las formas son distorsionadas por las formas peculiares al que sueña, mientras que en el mito los problemas y las soluciones mostrados son válidos para toda la humanidad. Se explaya en el tema caracterizando a la mitología como una especie de ayuda espiritual que intenta suplir aquellos símbolos que hacen avanzar al espíritu humano, a fin de contrarrestar las fantasías que lo atan al pasado. Para este autor, más allá del tiempo o lugar en que se originen, puede encontrarse siempre la misma historia, que se mustra constante más allá de la presencia de leves variaciones.
Aparece la figura del monstruo-tirano como aquel avaro que produce estragos y caos, generando gritos de pedido de auxilio al héroe redentor, cuya existencia libertará a la tierra. El héroe es el hombre o la mujer que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones históricas personales o locales y ha alcanzado las formas humanas generales, válidas y normales. Éste tiene dos principales misiones. La primera consiste en retirarse de la escena del mundo de los efectos secundarios a aquellas zonas causales de la psique que es donde residen las verdaderas dificultades, y allí aclararlas o borrarlas para llegar hacia la experiencia y la asimilación de las “imágenes arquetípicas” (formas de naturaleza colectiva que toman lugar en toda la Tierra, que constituyen el mito y que al mismo tiempo son productos autóctonos e individuales de origen inconciente). Éste es el proceso conocido como “discriminación”. La segunda tarea es volver de su hazaña transfigurado y enseñar las lecciones que ha aprendido sobre la renovación de la vida.
El camino común de la aventura mitológica del héroe es la fórmula de separación- iniciación- retorno. El héroe inicia su aventura desde el mundo de todos los días hacia una región de prodigios sobrenaturales, se enfrenta con fuerzas fabulosas y gana una victoria decisiva; regresa de su misteriosa peripecia con la fuerza de otorgar dones a sus hermanos. La aventura del héroe sigue el modelo de una separación del mundo, la penetración a alguna fuente de poder, y un regreso a la vida para vivirla con más sentido. A esta etapa de separación le sigue la de pruebas y victorias de la iniciación y posteriormente, la de regreso y reintegración a la sociedad, que, desde el punto de vista de la comunidad, es la justificación del largo retiro del héroe.
Se establece, asimismo, la diferencia entre el héroe del cuento de hadas y el del mito. Mientras que el primero alcanza un triunfo domestico y microscópico, se adueña de poderes extraordinarios y prevalece sobre sus opresores personales, el segundo goza de un triunfo macroscópico, histórico-mundial y vuelve de su aventura con los medios para lograr la regeneración de su sociedad como un todo. El héroe es el símbolo de la divina imagen creadora y redentora que esta escondida dentro de todos nosotros y sólo espera ser reconocida y restituida a la vida. Ambos, el héroe y su dios último, se comprenden como el interior y el exterior de un solo misterio que se refleja a sí mismo como un espejo, idéntico al misterio del mundo visible. La gran proeza del héroe supremo es llegar al conocimiento de esta unidad de multiplicidad y luego darla a conocer.
El efecto de la aventura del héroe cuando ha triunfado es desencadenar y liberar de nuevo el fluir de la vida en el cuerpo del mundo. Éste, como encarnación de Dios, es el ombligo del mundo, el centro a través del cual las energías de la eternidad irrumpen en el tiempo. De este modo, el ombligo del mundo es el símbolo de la creación continua; el misterio del mantenimiento del mundo por medio de continuo milagro de la vivificación que corre dentro de todas las cosas. El Ombligo del Mundo es omnipresente, y como es la fuente de toda existencia, produce la plenitud mundial del bien y del mal. Dice Heráclito que para el dios, todo es bello, bueno y justo, mientras que los hombres, por el contrario, tienen unas cosas por justas o por injustas. Del mismo modo, la mitología no destaca como su héroe más grande al hombre meramente virtuoso. Se percibe la fuerza trascendente que vive en todos, que es maravillosa y que merece nuestra profunda y absoluta obediencia.
La aventura puede resumirse de la siguiente manera: el héroe mitológico abandona su choza o castillo, es traído, llevado o avanza voluntariamente hacia el umbral de la aventura. Allí encuentra la presencia de una sombra que cuida el paso. El héroe puede derrotar o conciliar esta fuerza y entrar vivo al reino de la oscuridad o puede ser muerto por el oponente y descender a la muerte. Detrás del umbral el héroe avanza a través de un mundo de fuerzas poco familiares pero intimas, algunas de las cuales lo amenazan peligrosamente, otras le dan ayuda mágica. Cuando llega al nadir del periplo mitológico, pasa por una prueba suprema y recibe su recompensa. El triunfo puede ser representado como la unión sexual del héroe con la diosa madre del mundo, el reconocimiento del padre-creador, su propia divinización o el robo del don que ha venido a ganar; intrínsecamente es la expansión de la conciencia y, por ende, del ser. El trabajo final es el del regreso. Si las fuerzas han bendecido al héroe, ahora éste se mueve bajo su protección, sino, huye y es perseguido. En el umbral del retorno, las fuerzas trascendentales deben permanecer atrás; el héroe vuelve a emerger del reino de la congoja. El bien que trae restaura al mundo.
Porque, después de todo, la vida entera puede ser una aventura sin horizontes. Pertenecer o no a un sitio es una cuestión de actitud y caminar solo o en compañía es una decisión de todos los días.

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