En su texto, Celia Güichal introduce la idea de metáfora “viva”, es decir, alude a aquellas palabras que nos despiertan imágenes, que nos conectan con la idea de movimiento, de algo que es dinámico, que no es estanco, que no está “muerto”. Esta perspectiva es la que le da título a su obra “Una metáfora viva”), en la que ella hace hincapié en una de esas metáforas en particular: la del viaje.
Pero una palabra no está sola, siempre hay un grupo que la acompaña, una “familia” de conceptos que se relacionan con ella. Sin embargo, en este caso, no por su proximidad semántica, sino más bien por su congruencia situacional. Unidas con una finalidad común más que con una lógica lingüística. En este caso en particular podemos tener en cuenta algunas como mapa, territorio, distancia o, incluso, y principalmente para lo que más me incumbe, escritura.
En base a esto, Celia recopila diversos fragmentos de diferentes autores que en algún momento aludieron a la temática del viaje, ligándola a sus experiencias, ideas, anhelos, lo que los llevará a ubicarse en un terreno específico y a tomar una determinada posición frente a lo que puede involucrar el viajar.
Pasando por Caparrós, Walsh, Cardona, sólo por nombrar algunos al azar, se logra configurar distintas perspectivas para el mismo eje, distintas caras del mismo cristal, que presentará un abanico de colores para elegir con sólo traspasarlo con un rayo de luz, con esa luz que tiene un lector, como lo soy yo, que busca y quiere encontrar. Decidida a no ser la misma después de leer, decidida a moverme.
“Para viajar no se necesitan grandes distancias geográficas; se necesita reconocer, o por lo menos intuir, una frontera.”
“Siempre que se cruza una frontera hay peligro. Es el peligro de adentrarse en lo desconocido y ya no poder regresar a la situación inicial.”
“Hay personas viajeras; hay personas que se descubren en viaje y luego deben tomar la decisión de continuar el camino. Siempre hay momentos de decisión en el viaje, y momentos de despojo. Algo queda atrás.”
Por la estrecha relación con estos disparadores, es fácil escurrirse hacia otro de los textos del cuadernillo. Las “citas sobre el viaje” buscan ampliar lo que Güichal supo introducir respecto a los vínculos que establece el viaje con otros ámbitos, como ser el turismo, la narración, el descubrimiento, la memoria, la lectura, el tiempo, la locura, etc.
Nuevamente, variados autores aportan su mirada. Y aunque los que escriben son muchos, hay algunos que vale la pena ser releídos, por eso es que podemos hallar unos tantos que se repiten en ambos textos. Quizás la segunda vez las mismas palabras ya no nos digan lo mismo.
“Desde Moscú se aprende más rápido a ver Berlín que Moscú mismo”
“¡Los demás mapas son tan complicados, con sus islas y sus promontorios! Pero debemos agradecer a nuestro valiente Capitán –proclamaba la tripulación- el habernos comprado el mejor: ¡uno perfecta y absolutamente en blanco!”
“No figura en ningún mapa; los lugares verdaderos nunca están.”
“El viajero es siempre un condenado, y el tiempo y su desliz se vuelven aún más angustiosos y aparece –se me aparece- la obligación de aprovechar a ultranza todos los momentos. Y todos los espacios, en tanto lugares, obscenamente la certeza de que uno nunca volverá a ese lugar. Modelo vergonzoso del aprovechamiento.”
“ […] y de algún modo, la condición de existencia de un viaje residiría, en parte, en la posibilidad de ser narrado. No sólo de ser narrado: también de ser escrito. No sólo de ser escrito: también de ser leído.”
Indefectiblemente, el pensar en un viaje, y quizás por querer sentirse parte de tan prometedora propuesta, te lleva a pensar también en aquel personaje que se autodefine como protagonista de semejante aventura: el viajero. He aquí varios tipos de viajeros, según la aproximación que nos facilitan las líneas que encontramos en “La figura del viajero”. Así, uno puede elegir qué camino tomar, que rol personificar, pero, al final, un periplo siempre es lo suficientemente largo para encarnar varios personajes y lo suficientemente corto para necesitar hacer otro viaje.
Pero una palabra no está sola, siempre hay un grupo que la acompaña, una “familia” de conceptos que se relacionan con ella. Sin embargo, en este caso, no por su proximidad semántica, sino más bien por su congruencia situacional. Unidas con una finalidad común más que con una lógica lingüística. En este caso en particular podemos tener en cuenta algunas como mapa, territorio, distancia o, incluso, y principalmente para lo que más me incumbe, escritura.
En base a esto, Celia recopila diversos fragmentos de diferentes autores que en algún momento aludieron a la temática del viaje, ligándola a sus experiencias, ideas, anhelos, lo que los llevará a ubicarse en un terreno específico y a tomar una determinada posición frente a lo que puede involucrar el viajar.
Pasando por Caparrós, Walsh, Cardona, sólo por nombrar algunos al azar, se logra configurar distintas perspectivas para el mismo eje, distintas caras del mismo cristal, que presentará un abanico de colores para elegir con sólo traspasarlo con un rayo de luz, con esa luz que tiene un lector, como lo soy yo, que busca y quiere encontrar. Decidida a no ser la misma después de leer, decidida a moverme.
“Para viajar no se necesitan grandes distancias geográficas; se necesita reconocer, o por lo menos intuir, una frontera.”
“Siempre que se cruza una frontera hay peligro. Es el peligro de adentrarse en lo desconocido y ya no poder regresar a la situación inicial.”
“Hay personas viajeras; hay personas que se descubren en viaje y luego deben tomar la decisión de continuar el camino. Siempre hay momentos de decisión en el viaje, y momentos de despojo. Algo queda atrás.”
Por la estrecha relación con estos disparadores, es fácil escurrirse hacia otro de los textos del cuadernillo. Las “citas sobre el viaje” buscan ampliar lo que Güichal supo introducir respecto a los vínculos que establece el viaje con otros ámbitos, como ser el turismo, la narración, el descubrimiento, la memoria, la lectura, el tiempo, la locura, etc.
Nuevamente, variados autores aportan su mirada. Y aunque los que escriben son muchos, hay algunos que vale la pena ser releídos, por eso es que podemos hallar unos tantos que se repiten en ambos textos. Quizás la segunda vez las mismas palabras ya no nos digan lo mismo.
“Desde Moscú se aprende más rápido a ver Berlín que Moscú mismo”
“¡Los demás mapas son tan complicados, con sus islas y sus promontorios! Pero debemos agradecer a nuestro valiente Capitán –proclamaba la tripulación- el habernos comprado el mejor: ¡uno perfecta y absolutamente en blanco!”
“No figura en ningún mapa; los lugares verdaderos nunca están.”
“El viajero es siempre un condenado, y el tiempo y su desliz se vuelven aún más angustiosos y aparece –se me aparece- la obligación de aprovechar a ultranza todos los momentos. Y todos los espacios, en tanto lugares, obscenamente la certeza de que uno nunca volverá a ese lugar. Modelo vergonzoso del aprovechamiento.”
“ […] y de algún modo, la condición de existencia de un viaje residiría, en parte, en la posibilidad de ser narrado. No sólo de ser narrado: también de ser escrito. No sólo de ser escrito: también de ser leído.”
Indefectiblemente, el pensar en un viaje, y quizás por querer sentirse parte de tan prometedora propuesta, te lleva a pensar también en aquel personaje que se autodefine como protagonista de semejante aventura: el viajero. He aquí varios tipos de viajeros, según la aproximación que nos facilitan las líneas que encontramos en “La figura del viajero”. Así, uno puede elegir qué camino tomar, que rol personificar, pero, al final, un periplo siempre es lo suficientemente largo para encarnar varios personajes y lo suficientemente corto para necesitar hacer otro viaje.